Fueron los vikingos allá por el año 1.000, los que además de poner los huevos por corbata -que todavía nadie había inventado- a media Europa, dieron a conocer a los portugueses el bacalao. También las marcas poveiras, una forma de proto escritura que se esculpía en la madera de las embarcaciones y que acabó prestando nombre a la lancha poveira, cuyas formas derivan del conocido drakkar vikingo.
A los lusos les picó el gusanillo y envalentonados por sus recién adquiridos conocimientos de navegación, se aprestaron a la búsqueda de bacalao frente a las costas inglesas. Y aprovechando que los vikingos andaban liados con las conquistas de Normandía, el Reino de Wessex y la creación de la Rusia de Kiev, se hicieron el control de la pesca en el Mar del Norte.
Y de aquellos polvos, estos lodos. Hoy el bacalao es el referente de la gastronomía portuguesa y Minerva de A Poveira, la elaboradora del mejor bacalao del mundo en lata: